La acumulación compulsiva es un trastorno psicológico que obliga a quienes lo sufren a acumular objetos y les impide deshacerse de ellos aunque éstos sean inservibles o no cumplan ningún propósito práctico. Este mal también se conoce como el síndrome de Diógenes, síndrome del acaparador compulsivo o disposofobia, y es cada día más frecuente.Quienes la padecen por lo general sufren de exceso de ansiedad, tendencias depresivas o problemas para socializar. Los acumuladores compulsivos se caracterizan por sentir una fuerte dificultad a la hora de desprenderse de posesiones materiales. Son personas muy arraigadas a su hogar y viven muy mal los cambios; generan con los objetos vínculos emocionales similares a los que la mayoría de personas experimentan con otros seres humanos y ésta es la principal razón por la que no pueden simplemente botarlos a la basura. El desprendimiento material les causa angustia, dolor e incluso remordimiento.
En muchas ocasiones estas personas, además de sufrir el síndrome del acaparador, son compradores compulsivos. Adquieren objetos constantemente, sin considerar si los necesitan o no. La compra les proporciona una satisfacción inmediata y una sensación de seguridad vinculada a la idea de poseer algo. Agregan esta posesión a su colección de objetos acumulados, imprimiendo en ella desde el comienzo una connotación emocional, y después no pueden deshacerse de esta adquisición. Así se genera un círculo vicioso donde el acumulador compra, siente satisfacción, se vincula con el objeto, no puede dejarlo ir, experimenta un vacío emocional (producto de relacionarse con objetos y no con personas) y suple este vacío comprando nuevamente.
Una característica de la acumulación es el desorden, y en algunos casos, la suciedad. El acumulador llena su hogar de cosas a tal punto que es imposible encontrar un lugar para cada cosa y termina convirtiéndose en una avalancha material dentro de la que subsiste un ser humano.
La mayoría de acumuladores no reconocen su condición, sienten que simplemente tienen muchas cosas, que les gusta comprar y poseer o que son coleccionistas. Lo grave de esta situación es que se convierte en una bola de nieve sin fin que termina por absorber la vida del acumulador. Él, después de un tiempo, le pertenece a sus objetos y siente que físicamente no puede alejarse de ellos. Fuera de su territorio, invadido por cosas, esta persona no siente control ni posesión y su ansiedad o sensación de inseguridad se dispara.
Cuando se han confrontado a algunos dueños acumuladores de mascotas, éstos responden que no ven qué hay de malo en convivir con doscientos treinta gatos en una casa, que todos son una familia feliz, se llevan bien y necesitan de ellos para subsistir.
Como sucede con la mayoría de dependencias, el primer paso para salir adelante es reconocer la necesidad de acumulación. En seguida, es necesario proponerse superar esta tendencia y establecer metas concretas a corto y mediano plazo.
Hay dos cosas que los acumuladores deben hacer para comenzar a salir del círculo vicioso en el que viven; la primera es desapegarse emocionalmente de los objetos (nuevos o acumulados), y la segunda es comenzar a clasificarlos y deshacerse de ellos. Este puede ser un proceso largo y difícil. Quienes acompañen al acumulador tendrán que armarse de paciencia y comprender que para él las cosas no significan lo mismo que para todo el mundo. Son su refugio del mundo exterior, su barrera de seguridad, y el lugar en donde han depositado votos de amor y confianza que deberían haber depositado en seres humanos.
Puede que el acumulador recaiga en la acaparación de objetos ya que este es el mecanismo que ha desarrollado para suplir carencias emocionales y si ve su casa vacía sentirá estas carencias con mucha fuerza. En dichos casos, el acumulador podría llegar a recoger de la basura aquello que ya botó o comprar compulsivamente nuevas cosas.
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